En el principio no había nada, ni espacio ni tiempo.
Cantiga I. El canto cósmico. Ernesto Cardenal.
Esta es la primera relación, el primer discurso. No había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni bosques: sólo el cielo existía. No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión. No había nada que estuviera en pie; sólo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo. No había nada dotado de existencia.
Popol Vuh. Primera Parte. Capitulo I.
antes de la mente del universo
no hay ni luces ni fogatas ni zapatos
oscuridad había en los bordes de la nada
voces que no eran voces recuerdos muertos
profecías derramadas en habitaciones sin ventanas
porque no había un había ni pensamiento
ni materia
las preguntas entonces flotaban sin respuestas
apenas un poco de energía apretada en un pequeño músculo
materia concentrada en un pequeño barco imaginario
antes de la memoria y el vuelo de los pájaros
antes de los búhos que pululan en los trenes que viajan a la luna
antes del latido de las embarcaciones
ni aire había ni disparos ni poemas
pero en medio de la nada nació un estremecimiento de raíces
el silencio se hacía letra hueso rescatado de la muerte
de un pequeño racimo de uva que cobijaba al tiempo y al espacio
surgió un estallido con forma de flor
cuyas neuronas eléctricas saludaron las asambleas del mar
las bibliotecas de polvo de los nuevos supermercados estelares
las balas ardientes para las estanterías de las futuras y crueles guerras
entonces todos los barcos zarparon hacia los puertos del cielo
los planetas fueron ríos ardiendo
los mares inundaron las cafeterías del universo
y se escuchaba un bullicio de bisontes corriendo
el paso de un ejército con rostros pintados de negro y árboles torturados
incendios de botillerías carcomidas por ratones
horas veloces como aviones USS Zumwalt de combate
balaceras de aire y poblaciones bombardeadas
pareció que millones de explosiones atómicas iluminaran el nacimiento de las nubes hacinadas y el parto de los planetas
todo se llenó de luz sangrante y piedras heridas por la niebla
todo fue sonido de aeroplanos invadidos por el canto de los pájaros
todo fue revolución de nebulosas con grandes velámenes y soles embriagados
todo fue una danza de moteles hundidos en la bruma y policlínicos sin camas
lo que estaba inmóvil fue de pronto movimiento
lo que no existía fue dispersión de selvas vírgenes
la nada se pobló por el luminoso llanterío de los bosques quemados
y los océanos embravecidos
habían nacido las aldeas salvajes de la vida
y cada cosa tuvo su traje y su piedra
su casa y su cuchara
su hueso y su camisa
antes de que el hombre naciera entre látigos de servidumbre
antes de las bitácoras de guerra
antes del odio y el hambre
antes de nuestra pequeña ciencia
antes de las alegorías del lenguaje
antes de los días sin memoria
antes de las noches sin su traje
antes de los bombardeos asesinos
antes de la bondad saqueada
antes de las lanzas de la traicionera y asquerosa muerte
antes de los húmedos cementerios que almuerzan en nuestros cráneos
antes del cautiverio de las flores
antes de las hermosas cebollas y el bufido de los atrevidos búfalos
antes de la belleza del pensamiento
ah mis amados montes del cielo entre gemidos de parto y geografías de oscura materia
he imaginado cómo se iluminaron los desiertos de la oscuridad cuando las estrellas lucieron sus vestidos de hueso
he imaginado las narraciones de la luz
los ejércitos de piedras que navegan en el océano lunar
y que intentamos comprender desde los almacenes de nuestros tratados
desde las lámparas de aceite de nuestras investigaciones
desde las aldeas asombradas de nuestros poemas
miramos al cielo y pensamos en el Big Bang
la gran explosión desde donde venimos como rastrojos de heridas abiertas por la rabia de un trueno salvaje
yo te atrapo en mi poema y describo tu danza de planetas amotinados
tus estrellas que mueren hechas pedazos por grandes cañoneras
tus trozos de rocas disparadas como balazos hacia el cielo
tus océanos gigantes y desconfiados donde las épocas descansan entre selvas muertas y veloces pájaros de hidrógeno y helio
pero tú viajas allá arriba en las mansiones de nuestros dioses de hueso
y de palo
viajas entre piedras y átomos que copulan bajo el canto de las estrellas
viajas con los mártires de tu prepotente magnificencia
viajas con tus tratados de física cuántica escritos en tus nebulosas y ancianos planetas
viajas en mi poema hacia el vientre de tinta de las inasibles constelaciones
de humo y soles encumbrados
viajas con tus cuásares armados con bayonetas y corvos ensangrentados
con tus trasatlánticos atómicos iluminando las aduanas de las madrugadas
con tu ingeniería de agujeros negros y estaciones de gusano
y en ese viaje nos llevas como pasajeros indeseables
recargados de miserables equipajes
de egoísmo guerras y matanzas
sin embargo en tu mente no prestas atención
a nuestros edictos y leyes
ni a los poemas y majaderas ecuaciones matemáticas
tú viajas desaprensivo desde aquella explosión
que presagiaba las flores y los árboles
y que avanza todavía entre los huesos de los viejos y nuevos planetas
como una estampida de cangrejos atrapados por furiosas tormentas
como una carrera de venados heridos por la daga
de las impredecibles nubes lejanas
en un barco que mueve incansablemente
sus húmedas quillas
hacia las ciegas mareas del firmamento.